Capítulo 09

Que era lo que pensaba Matilde de su poesía

“El poeta traduce a la naturaleza haciéndola inteligible.
No la imite ni la calca, la pone en evidencia,
nos hace darnos cuenta de las cosas,
que es un suma la única forma cierta de vivir,
dándonos cuenta.”


Matilde

Qué era lo que pensaba Matilde de su poesía

Ya insinuamos en las primeras líneas una parte de su pensamiento. Aquí trataremos de mostrarlo en su evolución.

Foto de nota del diario El Día
Foto de nota del diario El Día

Este es el texto de una de las tantas disertaciones de Matilde en La Plata, hablando de su poesía, coincidente con el nombre de uno de sus libros.

CRÓNICA DE MI MSIMA

Lo importante es que uno siente en determinado momento la necesidad de confesarme. El arte es una forma de confesión. Un coloquio con Dios y con uno mismo, porque en todo acto de creatividad hay un afloramiento del “yo”, no dirigido. Una imprevista aparición de alguien que anidado dentro de nosotros ha esperado el instante propicio, la hora justa para irrumpir mostrando, un animado cántaro desbordado, vertiendo. Y es esa la asepsia exacta, simplemente mostrar y derramándose. El destinatario de todo ello hará lo suyo. Concluida la partitura, terminando el poema, cerrada expresión plástica, todo lo demás su interpretación, su asimilación, adecuación, ya es proceso externo a la creación misma, donde un ser extraño hace suyo lo nuestro, lo modifica a la medida de su propia sensibilidad. Lo ajusta a su particular manera de ser, con su experiencia, frustración y logro, con su capacidad de percepción personal, y toda la magia de la creación consiste precisamente en ello. En abrir caminos para que los demás los transiten su manera, pero a partir de esa apertura.

La creatividad pura se agota en mi misma, y todo cuanto la circunda más allá, le es desde un punto de vista esencial, ajeno.

Yo vertida en lo mío, y mostrándome y, a través de un acto aparentemente personal y limitado, mostrando al mundo que me contiene en el que permanezco y me realizo, desde el que estoy elevada a la cima y descendida al abismo en una instintiva mimetización al todo y a la nada, y traduciéndome, y en esa traducción tornando inteligible el sentido del total humano.

El conglomerado de seres y el ser sólo. El alma multitudinaria y esa célula alma que la integra.

El hombre se escribe con “h” de dolor, y no importa que dolor no lleve “h”, porque a partir del dolor es que nacemos y relativizamos respecto de él nuestra existencia. En definitiva toda conducta humana va encaminada hacia la felicidad, por vía de superación del dolor… Alcanzar el equilibrio, conseguir la armonía, atrapar la belleza, desnudar la crudeza ir conformándose día a día, hasta concluirnos, en coincidencia con nuestra definitiva finalización.

Así también la creatividad como actitud existencial.


La obra de arte, no quiere nada, no se propone nada, simple y grandiosamente “es”. Nadie escribe lo que se promete, el poema se escribe solo, nos toma y nos obliga a su conformación, y a su jerarquización, en entidad propia está allí, en la invisible trama de nuestra urdimbre, y no podemos escapar de ella, creamos tal como somos, ya en mi primera obra de cuya aparición va a cumplirse en este mes veinte años asumo mi postura definitiva en el poema MI PLUMA NO ES PARA EL AMO.

Mi pluma no es para el amo;
otros le canten endechas, otros

le brinden halagos.
No le busco ni le temo; no le quiero

ni le canto.
Mi pluma que se da entera, en una

entrega de trazos
por describir una aurora, por dibujar
un ocaso,
por llegar a mas hondo y elevarse a

lo mas alto,
ese trocito de acero que ríe o llora
en mi mano
no se humilla ni es vende.
Mi pluma, no es para el amo.

Con ese poema dejo plasmado el molde. En el vuelco hoy, al cabo de esos largos sufridos y gozados veinte años, con mas oficio es cierto, con mayor desenvoltura acaso este otro poema un son que se llama YO, y Usted.

Qué suerte que usted sepa
cantar en permitido,
yo no sé.
Todo cuanto canto

mete ruido,
y qué callado,

y qué medido
canta usted.
Usted
canta jardines y jazmines,
oropéndolas, cisnes,
rosas
té.

Yo canto madres sin abrigo,
niños
grises, solos,
sin nadie a quien querer.

Borbotea lo mío, como un río
desprendido al vacío
y Usted,
qué…?
Usted aceita y deleita,

tierno, fluido,
qué suerte que Usted sepa
cantar en permitido

yo
no sé.
Todo cuanto canto

mete ruido,
y qué callado,
y qué medido,

canta Usted.

Mi temática no ha variado, tampoco ha cedido mi línea que cae como una plomada, rotundamente dirigida al corazón. En los cinco libros sucesivos a partir del 10 de Diciembre de 1955, no he hecho más que dar nueva forma al mismo contenido. Y me reitero: el amor, la ternura, la lucha, la humanidad, el hombre, la paz. La paz interior y la interrelacionada, y en ese espacio de paz la asunción de la naturaleza, la noche, la lluvia, el mar. Y por encima de todo y detrás mío sosteniéndome y honda en mí, corriendo con mi sangre el culto a la familia, y luego superándome y nutriéndome y elevándome, dignificándome y fortaleciéndome, la libertad.

En la crónica pues de mí misma que vengo trazando y que es en realidad la crónica de mi creatividad voy a hacerles escuchar algunos poemas partiendo del estado de mayor ternura, el de la GESTACION. Y prosigo con la raíz de todo dolor y de todo amor, el alumbramiento. La infancia, toda infancia, la mía (pobreza a los diez años) la de mis hijos, la infancia de los sin infancia. La pubertad. La adolescencia. El padre, la madre, el hogar. La anciana madre, el amor, un paréntesis ahora para la lluvia, y la LIBERTAD. Y finalmente la paz interior la que se necesita para sembrar nuestro epitafio y escribir serenamente nuestro propio ciprés, y cantar nuestro después como de una etapa más, con la que se signa el trazo final, definitivo.

Esta es otra disertación:

Genesis de la poesía. Confesiones del autor.

I. Génesis de la poesía: Todo se reduciría nada mas y nada menos que a elucidar cual sea el movimiento primigenio del ser tendido hacia la poesía impulsado hacia ella, lanzado ya y llegando, en una sola total actitud creativa, porque no admite etapas ni supone estadios ese estar haciendo y ya hecho, de la imaginería.

Matilde Alba Swann en el diario El día
Matilde Alba Swann en el diario El día

Qué hay en el poeta, en ese organizado ser de nervios y de estremecimientos que lo distingue, si en acción, del resto de los seres con idénticos atributos e igual fisiología. Qué actúa en él con sentido de esencialidad en tanto recibe el donativo de quién sabe quién y dónde, de quién sabe qué, y cuándo, qué está haciendo el poeta para merecerse…

Porque ya sabemos qué lúcida y dramática siempre la poesía, no son palabras las que se juegan ni es con preceptos conque va dándosele al poeta su evidencia como tal. Ya nadie discute ni duda acerca de qué sea lo que en poesía importa. El biendecir ha pasado a ser para la poética, la mecanizada tarea de una artesanía del lenguaje. La concatenación de imágenes, su combinación la entronización incluso de la imagen madre, no constituyen en síntesis más que una subalterna metodización formal hará el prolijo acabado de un continente del que se poesía de veras se verán siempre asomando y desbordados los goterones gruesos y calientes de una insobornable médula a despecho del más exacerbado hermetismo modal.

La imagen poética, principio, tránsito y fin de la creación. Producción imaginativa pura, sin el directo ingrediente, no la reproducida realidad, no la razonada predicción. Sí una primitiva, elemental espontánea actitud del alma operando dentro y desde adentro. No el acabado producto de una actividad, la actividad misma, tal vez antes aún de ella, tal vez la ausencia de toda actividad, la quietud total, la absoluta plena inamovilidad, no lo sucedido, ni siquiera lo sucediendo, en extremo último, lo aquello intuitivo, antes de toda intuición. El mero presentimiento, la posibilidad, el “algo”, “lo aquello”, la inmensidad abarcándose a si misma, la nada, pero respirando. El soplo, el atributo con que Dios nos puso a crear y a identificarnos con él en su humano costado de deidad.

Así el poeta, así el proceso, mujer ansiosa y varón vibrante y conjugándose y un misterio y una verdad candente, y la criatura.

La fenomenología de la poesía es la fenomenología de la imagen, sin un pretérito concreto, sin una actualidad objetivada, sin un futuro razonado, una asombrosa realidad de fantasía, desde la primera risa que pudo no haber sido reída nunca, desde el llanto inllorado, desde el contorno trazado jamás, desde la idea no concebida todavía ni en la mente de Dios. Y está Dios en todo ello, no el común que concede gracias, ni el que impone castigos, ni el que opera milagros, ni el que clama remordimientos, ni el que enceguece, ni el que ilumina.

Crear es tener a Dios con uno simultáneo con él obrando, sorprendiéndose y deslumbrándose y buscándose y reconociéndose y transitándose en pasos de “querer” y ya logrando, que es cumplir justificado en el diminuto uno, el inconmensurable humano.

Y todo dentro en “nos”, no en el casillero gris de la ideas no en el eléctrico tablero de las sensaciones, sino en el vasto espacio dentro y sin linderos. El más allá de todos los confines y el más acá de todos los comienzos. El sin mundo, sin cemento, sin carne, sin masacre. Pero hubo un espejo, un océano fúlgido ha traído desde el tiempo sin tiempo los caminos, los volcanes, la niebla, el horizonte. Ha traído la anécdota nefasta y la gloria y el brindis y el suicidio. Alguien anterior a todo alguien escuchó por nosotros y dejó dicho. Una historia sin errores posibles, y la imagen poética, mitad ensueño y mitad profecía.

Lo demás, oficio. Lo demás palabras.

Lo que yo sueño, quién iría a soñarlo. Pero tú lo captas y lo haces tuyo, y como tuyo lo sientes y lo ahondas como nacido en ti y te repercute como si tú lo hubieras concebido y pronunciado originalmente. Y te superpone exacta, fielmente a mí, y eres yo misma como si los dos hubiéramos comunicado nuestro ensueño y mi imagen poética hubiera sido a un tiempo tuya, como si yo te la hubiera arrebatado en un instante de desprevenida lucidez.

Pero cuál es ese lugar de coincidencias, es el binomio o repercusión resonancia dados en plenitud.

Que importa que en definitiva la imagen esté reproducida en toda la gama de cosas de que te cercioras. Quién las creó primero… Proust habla de una rosa pintada como enriqueciendo el género de las rosas… Dios quiso hacer un árbol como el que da sombra en mí, y me apacigua. Quiso hacer la tormenta al símil de la que tengo a veces, azotándome. Dios encendió un rayo igual al que me hiere y soltó sus ríos de libertad, idénticos a estos ríos azules que me llevan.

El poeta traduce a la naturaleza haciéndola inteligible. No la imite ni la calca, la pone en evidencia, nos hace darnos cuenta de las cosas, que es un suma la única forma cierta de vivir, dándonos cuenta.

Y no solo ello aplicable a la poesía, sino a todas las formas de creación.

II CONFESIONES DEL POETA: Y ahora, si yo tuviera que confesarme todos ustedes me condenarían por haber cedido a la debilidad de la confesión. Pero hacer poesía es estar confesándose siempre, y dando motivos de condena y cumpliendo castigo y dando cada vez nuevos motivos para nuevas condenas. Y tal vez el premio resida precisamente en eso.

Y hago poesía como manera de interpretarme, para comprenderme, para acceder a mí, para mirar sin miedo sin defectos, para compadecerme de mi misma sin sentir menoscabo, para contemplar mi desnudez sin falsos pudores, y por sobre todo para darme ánimo y para seguir viviendo y por sobre todo y antes de todo, para sentirme cerca de Dios y cumplirme ante tan digno testigo, que me presencie y me sostenga.

Cuando se ha comenzado a escribir a la edad de cinco hijos y se ha cumplido ya la edad de trece nietos, y continúa uno escribiendo, y con el deleite casi infantil de estar haciéndolo, es porque la poesía lo quiere a uno, y ha seguir queriéndolo, seguramente hasta el instante del ciprés, y más allá.

En tanto, ha sufrido uno desgarramientos, y no ha curado de la herida, y junto a ella, dentro de ella misma, es que uno sigue palpitando. El dolor entra a formar parte de uno mismo, y con él se vive, incluso, puede llegarse a sentir alegría alguna vez, como esta, por ejemplo, en que estoy mostrándome, mutilada en lo mas hondo, pero despierta.

Una esperanza me mantiene en alto, seguramente, las aves de un luminoso espacio que me espera, heredarán mi voz, y yo seré gozosa en su garganta.

Lo demás, todo lo demás que pudiera querer saberse de mí, está cantando en mi poesía.

El primer poema que escribí, POBREZA A LOS DIEZ AÑOS; el intermedio PLENITUD y el último todavía trepidando el teclado. INMOLADOS.